Un morral

Aleyuri

En el presente trabajo se enlazan cuestionamientos al canon del Arte hegemónico imperante con ejemplos que rompen con esa norma, se trata de propuestas que fortalecen la memoria, la empatía y la comunidad. Me opongo a que la catástrofe nos quite la esperanza, para lo que propongo imaginar un morral para mantener blando el corazón.  

Palabras clave: Contracultura, memoria colectiva, artes, imaginación, discurso. 

Todo el tiempo estamos orbitando alrededor de discursos y, por mucho tiempo ha estado presente el discurso aspiracional con el que se legítima un Arte con mayúscula, a la vez que ese Arte legítima discursos. Hay una aspiración que rodea al Arte y a la Cultura y que viene de una necesidad de querer tener un capital cultural que es blanco, eurocentrado, cisheteropatriarcal, colonial y hegemónico. Enseguida de que se habla de Arte se va a mencionar a artistas como Van Gogh, Miguel Ángel, y muchos más. Pero ¿qué pasa si dejamos de hablar de ellos y hacemos nuestro contra-canon? 

Mi motivación para compartir contenido en redes sociales bajo el lema “Arte que me hubiera gustado conocer antes” es porque creo que hay que nutrir nuestra imaginación con otros referentes visuales. Por ejemplo, no es lo mismo ver el Nacimiento de Venus de Botticelli y ver Birth of Oshun de Harmonia Rosales. En la pintura de Harmonia Rosales se aprecia una figura central que es Oshún, orisha de los ríos de agua dulce. También están presentes otros orishas como Obatalá, Yemayá y Oyá. Es una pintura que narra una historia fuera del arte eurocéntrico. En Birth of Oshun de Harmonia Rosales se reimagina la obra canonizada de Botticelli y muestra un relato de la religión yoruba con un esplendor maravilloso. 

Me pregunto ¿qué diferencia tendría en nuestras vidas, con el contexto actual, el conocer más arte y relatos como el de la pintura de Harmonia Rosales y no la de Botticelli? 

Asimismo, hay artistas como Alix Yolitzin (arquitecta y artista visual) y Mar Coyol (artista visual, fundadorx de la red de vinculación creativa “MUÉGANXS”) que hacen cosas fabulosas y, además, denuncian, cuestionan y visibilizar el racismo, el machismo, el clasismo, el sexismo, la transfobia, la lgbtiqfobia, y, a la vez dignifican la existencia de las personas racializadas no blancas, prietas, travestis y más. No recurren a revictimizar a las personas, lo que rompe con el discurso hegemónico. 

El Arte debe ser entendido como las artes, de forma similar a las personas, quienes tienen su individualidad, pero se desarrollan en comunidad, en colectivo. Nos han repetido hasta el cansancio que es necesario competir, que debemos medir nuestros conocimientos de forma estandarizada, dejando de lado la multiplicidad que envuelve a cada persona. A lo anterior se suma la idea de que las personas son reemplazables, que no necesitamos a nadie para vivir, y que no existe la posibilidad del apoyo sincero. Son discursos que dividen, si somos un 99.9% iguales genéticamente ¿por qué se empeñan en subrayar las diferencias? 

Mientras escribo, activistas encontraron fosas y crematorios clandestinos en Jalisco; están ocurriendo genocidios en Palestina, en Sudán, en el Congo; violencia y represión hacia las personas migrantes de Haití; xenofobia y racismo hacia las personas migrantes. ¿A quiénes están intentando eliminar? ¿Quién tiene derecho a vivir? ¿En dónde se tiene derecho a vivir? 

En el transcurso de mis estudios universitarios aprendí que nuestras miradas cuentan e importan mucho. Nos acostumbramos a ver las cosas a través del canon antes mencionado, ¿qué otro paradigma o discurso se ha arraigado en nuestra forma de ver-entender? Y, pensando en el contexto en el que estamos, nuestra mirada está en constante contacto con el horror, con la deshumanización, se está normalizando la violencia a través de la imagen y de la repetición, y lo que se genera es una resistencia visual en donde se requieren estímulos visuales más grandes para reaccionar y accionar ante esto. 

Escribo todo esto porque lo que no se nombra no existe, y lo que no se ve tampoco existe, y está pasando. Así como el Arte es un discurso, vivir es un discurso y ambos hay que cuestionarlos. 

¿Qué características debemos tener para acceder al derecho de vivir o mínimo a sobrevivir? Parece que el derecho a vivir o sobrevivir es para, en primera “personas”, “humanas”, como dice Mikaelah Drullard. Entonces, no cualquiera tiene el derecho de vivir, tiene que ser alguien con privilegios, donde su racialización, su género, su geolocalización les beneficia de forma innata. 

Habemos personas que hemos migrado en busca de oportunidades, para estudiar, para trabajar, para aspirar a una vida más digna, etc. Y qué difícil es empacar la vida en una maleta, mochila o morral, si es que se puede llevar una. ¿Qué nos llevamos de nuestro lugar de origen, de nuestra tierra, de nuestras personas queridas? Nos dicen que viajemos ligeras por la vida, que no carguemos con cosas, que nos vaciemos de lo que no nos “aporta”, que nos llenemos de Arte, que nos “culturicemos”, que perdonemos, que soltemos, que fluyamos, etc. Parece que todo es reemplazable. Pero no, no somos reemplazables, parece que tenemos que olvidar nuestras memorias, vivencias, dolores y sentimientos para vivir más “ligeras”.  

Pero me rehúso a vivir “ligera”, no quiero olvidar. Quiero tener mis memorias, las risas, los amores, y todo eso que se ha disfrutado, dolido y sufrido. Se lee en redes sociales que abracemos la ternura, que amemos y suena a un cliché, pero el gozar, el amar, las risas, los abrazos, el mantener blando el corazón rompe con el horror que busca normalizar las peores atrocidades. Siguiendo el pensamiento del morral que llevamos cuando migramos o nos movemos, propongo que nos imaginemos un morral único, particular y diverso, así como nuestra existencia.  

Ante la catástrofe y la presión de la hegemonía voy a revisar con más fuerza mi morral, ese en donde cargo con las risas y el amor de mi familia -que es mi raíz-, con las historias con las que crecí, con las amistades que he hecho en mi vida, con las enseñanzas que me han compartido, con olores que me gustan, con la comida que me reconforta, con las memorias que me apapachan. Imagino un morral de donde saco la voz, la esperanza y la voluntad de seguir y de resistir. Y, cada vez que se pone fea la cosa, que se intenta reforzar la hegemonía, ante las injusticias y el horror, busco mi morral para regresar al corazón blandito.  

No quiero endurecer mi corazón, no quiero obviar la violencia, no quiero acostumbrarme. No nos pueden despojar de este morral porque es nuestro, nuestro, nuestro. No nos extinguimos, aquí seguimos. Parece que nos vamos a mezclar tanto que nos vamos a homogeneizar, extinguir nuestras diversidades y olvidar quienes somos, pero no. Aquí estamos con nuestros morrales, con las memorias, con las imágenes, con nuestro contra-canon, con el amor y en compañía. Aquí estamos, en TRANSformación. 

Mi morral huele a canela con manzana, tiene un álbum con las fotos en donde abrazo a mi mamá y a quienes amo y he amado, tiene enfrijoladas con arroz, una torta de aguacate, una libreta y un bolígrafo. ¿Qué lleva tu morral para mantener blando tu corazón? 

Alejandra Yuritzi Cruz Rivera (AleYuri) 

AleYuri, es egresada de la licenciatura en Historia del Arte por la UNAM. Con especialización en Arte Mexicano. Tiene, además, un diplomado de “Racismo y Xenofobia” por parte de Surxe UNAM. Es integrante de la Red Latinoamericana de Estudiantes de Historia del Arte (Red LEHA); creadora del proyecto/intervención visual “Sin un ovario, pero viviendo con más ovarios”; creadora de contenido de “Arte, libros e imágenes que me hubiera gustado conocer antes”; tejedora y pensadora. Su principal interés es el antirracismo y desaprender y fugarse de los sistemas de opresión. 

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