Para curar

Andrea Loa

Este proyecto trata sobre curar nuestro ser y nuestra alma a través de las plantas medicinales usadas antiguamente por los pueblos precolombinos en México. La intención de este proyecto no solo es ver por la salud física, si no, lo que corrompe nuestra alma y no nos deja vivir en paz, es decir, sanar a través de la naturaleza. La herbolaria y el arte se mezclan para curar nuestras emociones de una forma poética dentro del mundo de la fantasía. 

En los pueblos precolombinos de México, las enfermedades se entendían como el resultado de la acción de los Dioses y de seres que habitan el inframundo, quienes, por medio del viento, agua, sol, polvo y animales, provocan un desequilibrio. Los diversos tipos de enfermedades eran el resultado de la pérdida del equilibrio, que se mantenía por la dualidad de los elementos vitales como lo es el calor y frío, luz, oscuridad, lo seco y lo húmedo, etc. 

De acuerdo con esta idea, la medicina de los antiguos mexicanos ayudaba al enfermo a recuperar el equilibrio perdido. Había dos formas de enfrentarse a la enfermedad: una por las prácticas mágico-religiosas, como los rezos y encantamientos y la otra por las propiedades terapéuticas de la herbolaria y otros productos naturales. Como regla general, ambas formas se aplicaban al mismo tiempo. 

Para las personas en esta época, la medicina también intentaba resolver lo que el paciente decía que sentía. Para los antiguos mexicanos, la palabra medicina cubría un campo más amplio, como, por ejemplo, podía haber una medicina divina que transmite el calor celeste, al lado de la medicina del pulque, que transmitía su virtud, su propiedad. 

Por mucho tiempo, la medicina institucionalizada intentó cubrir las necesidades de la población en problemas de salud mental; sin embargo, factores como la expansión demográfica, la creciente incidencia de nuevos trastornos, la falta de sensibilización del personal, la insuficiencia de recursos y la insatisfacción de los pacientes con el tratamiento, incluyendo efectos secundarios de los fármacos, por lo que los servicios médicos formales eran insuficientes para cubrir la gran demanda. Es por esto por lo que resultó imposible eliminar las formas y procesos curativos que estaban muy arraigados en la cultura mexicana.  

Es obvio que en el México actual tenemos a la medicina “científica” y la “tradicional mexicana”. Los conocimientos sobre la herbolaria mexicana tienen una dimensión histórica. Sin embargo, debido a las exigencias contemporáneas, ha tenido que renovarse, fusionado los conocimientos de los antiguos mexicanos con las prácticas medicinales de la conquista, las mestizas y las citadinas, e incorporando elementos provenientes de otras culturas médicas, como la china y la hindú. 

Según los curanderos la herbolaria es fundamental para el tratamiento de patologías físicas u orgánicas, pero pasa a un segundo término cuando la enfermedad es de tipo “emocional”. En estos padecimientos son más importantes los recursos curativos asociados con rituales o ceremonias curativas, como las limpias o los desalojos, y el tratamiento a base de pláticas y consejos, donde la persona se desahoga, cuenta sus problemas y llora, para aconsejar con su problema, utilizando un lenguaje sencillo. El uso de plantas medicinales se convierte en un recurso complementario que tiene muy poca eficacia si no va acompañado de los demás recursos curativos, en los que se le da gran importancia al uso de la palabra para restablecer el equilibrio de la persona. 

Para este tipo de situaciones la herbolaría se utiliza principalmente de dos maneras: como infusiones o tisanas, o en forma de baños. El tipo de plantas, la forma de preparación, la frecuencia y tiempo de uso del remedio se determina de acuerdo con tres circunstancias: El tipo del padecimiento y la gravedad de cada paciente, los síntomas observados y los que el paciente relata, y por el conocimiento práctico que se tiene de la eficacia de ciertas plantas y remedios para enfermedades específicas. 

Andrea Loa

Actualmente se encuentra cursando el octavo semestre de la carrera de Artes Visuales en la FAD, UNAM. Gusta de experimentar con distintas disciplinas artísticas, pero lo que más le llama la atención es la escultura en cerámica o en barro. Está en proceso de colaboración con la revista “Goooya” en su edición número 13. 

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